Uno de los centros más significativos de la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios en España es el Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, que abrió sus puertas en 1876. Desde sus inicios, este centro se ha dedicado a la atención psiquiátrica integral, acogiendo a enfermos con un espíritu de hospitalidad y caridad. Originalmente ubicado en una finca en el extremo oriental del pueblo, el hospital ha crecido a lo largo de los años, convirtiéndose en una pequeña ciudad que alberga no solo a los pacientes, sino también a una serie de dependencias auxiliares como molinos, talleres y huertas, que han permitido su funcionamiento autónomo. En este espacio, la hospitalidad se ha manifestado no solo en el cuidado físico de los enfermos, sino también en la creación de una comunidad autosuficiente dedicada al servicio y a la acogida de los más vulnerables.
Durante la persecución religiosa que tuvo lugar en España en la década de los años 30, la comunidad de hermanos que residía en el entonces llamado Sanatorio de San José de Ciempozuelos estaba compuesta por 82 religiosos. Muchos de ellos ofrecieron su vida en el servicio a los pobres y enfermos, convirtiéndose en mártires de la fe y de la hospitalidad. Estos hermanos, al igual que San Juan de Dios, no abandonaron su vocación de servicio incluso cuando su propia vida estaba en peligro, demostrando que la hospitalidad no es solo un acto de caridad, sino un compromiso de entrega total, incluso hasta el martirio. Sus cuerpos reposan hoy en el cementerio de Paracuellos de Jarama, un lugar de memoria y reconocimiento donde se honra su sacrificio, recordando a aquellos que dieron su vida por los demás.
En este contexto de persecución y martirio, es fundamental recordar a los cuatro protomártires de la Orden Hospitalaria, quienes sufrieron el martirio el 25 de julio de 1936 en Talavera de la Reina (Toledo). Estos hermanos fueron arrestados de manera violenta y fusilados cerca de la Basílica de Nuestra Señora del Prado. Sus nombres son:
- Beato Federico Rubio Álvarez
- Beato Jerónimo Ochoa Urdangarín
- Beato Primo Martínez de San Vicente Castillo
- Beato Juan de la Cruz Delgado Pastor
La historia de estos mártires ha sido ampliamente documentada. Tras la entrada de las tropas del general Franco en Talavera en septiembre de 1936, sus cuerpos fueron exhumados y trasladados al Sanatorio de Ciempozuelos, donde se les rindió homenaje y se colocaron sus restos en urnas para la veneración. El sacrificio de estos hermanos refleja el núcleo de la vocación hospitalaria: una vida entregada al servicio de los más vulnerables, aun en circunstancias de persecución y muerte. En 1992, su beatificación marcó un momento importante en la historia de la Orden, reconociendo oficialmente su sacrificio y la entrega total a su vocación. Este acontecimiento no solo fue un reconocimiento a su martirio, sino también una proclamación de la fuerza y la profundidad del carisma de la hospitalidad, vivida con una fidelidad inquebrantable.
Cada año, el 25 de octubre, la Orden Hospitalaria celebra la fiesta de estos beatos mártires, recordando su legado y su testimonio de fe. Este día es una oportunidad para reflexionar sobre el valor del sacrificio, la fe y el servicio, recordando que, como ellos, todos estamos llamados a vivir nuestra vocación con generosidad y entrega hacia los más necesitados. Las reliquias de estos beatos mártires se veneran en la iglesia del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, donde un altar dedicado a los protomártires recuerda su ejemplo. La comunidad se reúne cada día para recordar su testimonio, especialmente durante la misa diaria de las 18:30 h, así como los domingos y festivos a las 11:15 h. Estas celebraciones no solo honran su memoria, sino que también renuevan el compromiso de todos los que forman parte de la familia hospitalaria de seguir su ejemplo de amor y dedicación.
Los mártires de la comunidad de Ciempozuelos y los protomártires de Talavera de la Reina nos dejan un poderoso testimonio de lo que significa vivir la hospitalidad hasta el extremo. No solo atendieron a los enfermos y pobres en sus necesidades físicas, sino que entregaron su vida con un amor radical, viendo en cada paciente el rostro de Cristo. Este ejemplo de fe y entrega total es una fuente de inspiración para todos los que hoy seguimos trabajando en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, tanto hermanos como colaboradores, voluntarios y laicos. Su sacrificio nos recuerda que la hospitalidad no es solo un deber o una acción puntual, sino una forma de vida, un llamado a reconocer la dignidad de cada persona, especialmente de los que sufren, y a estar dispuestos a ofrecer nuestra vida, en grandes o pequeños gestos de amor.
La Hermandad de San Juan de Dios, que forma parte viva de esta gran familia hospitalaria, encuentra en el testimonio de estos mártires una fuente constante de inspiración. Siguiendo su ejemplo, los miembros de la Hermandad están llamados a vivir y difundir el carisma de la hospitalidad en su entorno, sirviendo a los enfermos, necesitados y marginados con dedicación, ternura y humildad. Los mártires hospitalarios nos recuerdan que la hospitalidad es el corazón de nuestra misión y que, a través de cada gesto de amor y servicio, podemos hacer presente el rostro de Cristo en el mundo.
Que el ejemplo de los beatos mártires hospitalarios de San Juan de Dios nos inspire y nos fortalezca en nuestro servicio, para que, como ellos, sepamos ver a Cristo en cada persona que sufre y ofrezcamos nuestra vida al servicio de los demás. Que su intercesión nos guíe en nuestro camino, animándonos a vivir la hospitalidad con la misma entrega y generosidad que ellos demostraron, y que la Hermandad de San Juan de Dios siga siendo portadora de este legado de fe y amor.